Impacto generacional
EnTRE LOS JÓVENES
Garzón sigue siendo tan relevante, que el pasado 24 de Octubre pintaron su cara junto al Ché en la Universidad Nacional, donde estudió derecho. Garzón murió en 1999, pero su imagen, su crítica, su símbolo, sigue latente.
Encuesta Estudiantil

RANGO DE EDADES
¿SABE USTED QUIÉN ES JAIME GARZÓN?


¿QUÉ PERCEPCIÓN TIENE DE JAIME GARZÓN?

¿CONSIDERA USTED QUE EL LEGADO DE JAIME GARZÓN SIGUE VIGENTE HOY EN DÍA?
JAIME GARZÓN CRITICABA LA POLÍTICA COLOMBIANA A TRAVÉS DEL HUMOR CON EL FIN DE DENUNCIAR LA CORRUPCIÓN Y DE AHÍ EMPEZAR A CONSTRUIR UN NUEVO PAÍS. ¿CREE QUE EL IMPACTO QUE BUSCABA GENERAR SE LOGRÓ?

SEGÚN EDUARDO ARIAS
EnTRE LOS viejos
Carta rodrigo echeverry
Elegía a Heriberto de la Calle
(Escrita diez y seis años antes, al momento de su muerte)
Por: Rodrigo Echeverry
Tener que explicarle a una niña de ocho años que el abuelito se murió ya es bastante difícil. Papito a quién mataron? Pero tener que explicarle que el señor de QUAC, que Heriberto de la Calle, un simple embolador, que decía las cosas con desparpajo, fue asesinado de cuatro balazos en cercanías de la Feria Exposición en la misma esquina donde la tengo que llevar a visitar la Feria del Libro, es imposible. En esa misma esquina, murió ese embolador patrimonial de los colombianos, por cuenta de que algún poderoso se le ocurrió “sacudírselo”. Poderoso del gatillo, advierto. Es algo que no se lo puedo explicar a mi hija, es algo que no me lo puedo explicar yo mismo, es algo que no se lo puedo explicar a mi mamá, ni a mi abuelita ni a mi vecina, es algo que no se lo puedo explicar al rector de la Javeriana, que no se lo puedo explicar al portero del edificio, que no se lo puedo explicar al premio Nóbel, que no se lo puedo explicar a nadie; Algo que no tiene explicación. Algo tan inexplicable, por absurdo, por ilógico, por estúpido, por demencial, es algo que no tiene razón alguna. Y es que, sin hablar todavía del dolor de patria que representa haber perdido a Jaime Garzón, es algo que es tan irracional como, de nuevo, haber matado todo lo que en este país promete que puede ser mejor, que puede ser distinto, que puede ser renovador, que refresca, que alienta, que anima, que remoza, que renueva, que ayuda. Un país escaso de entusiasmos, de razones vívidas y nuevas para luchar y para vivir, es irónicamente el mismo que se da el lujo de cortar sus ramas más promisorias, de eliminar sus frutos más jugosos, de matar sus promesas más auguriosas, y eliminar futuro por cuenta del pasado. Jaime Garzón representaba la ocurrencia, la inteligencia, <discutible puede decirse> pero mucha, mucha inteligencia. Muchas horas de pensar las ocurrencias. Es que hay una gran diferencia entre ser ocurrente de repente y ser ocurrente de pensamiento. Una cosa es decir cosas sacadas del sombrero y otra decir cosas sacadas del cerebro. Y eso era Jaime Garzón. Un ocurrente muy, muy inteligente. Además, la facilidad de la imitación, de la modulación de la voz, del tono, del gesto, de la ronquera, de la agudeza de voz. Siempre me pareció brillante. Y a mis hijas infantes también. Se carcajeaban sin saber a quién estaba imitando. Sin poderlo relacionar con personajes de carne y hueso de la vida nacional se toteaban de la risa viéndolo en QUAC. Y es que realmente era muy bueno. Cuando ayer a la madrugaba, dirigiéndome hacia el centro a dictar clase en una de las mejores universidades del país, a muchos de los mejores alumnos de este país que se están especializando, pensaba: qué INRI este de ser colombiano, tener que explicarle a todo el mundo lo que para nadie tiene explicación. Ese es el destino de los colombianos. Ese es el sino inconsecuente de los colombianos: tener que andar dando las explicaciones que nadie tiene. Que a nadie se le ocurren porque nadie las tiene. Y tener que dárselas al primero que se las pide. Al niño, al francés, al sueco, al gringo, al portero. A quien sea. A la abuela. Este tiene que dejar de ser el país sin explicación. Tenemos que recuperar < porque creo que alguna vez la tuvimos> la racionalidad, la lógica, la naturalidad. Tenemos que reaprender a ser naturales. Es decir a actuar con naturalidad, con base en la naturaleza, con base en la lógica, con base en la racionalidad, con base en la ley natural <haz el bien y evita el mal>. No podemos seguir siendo objetos, títeres, de la demencia. Cuando tenemos que acompañar a la tumba personas de 39 años como Jaime Garzón < entre otras cosas 39 años tenía John Kennedy Jr. y muy triste y lamentablemente se mató en un accidente de aviación piloteando un avión de varios millones de dólares por su propio capricho > pero es que Jaime Garzón piloteaba una simple camioneta sin capricho alguno, muy de madrugada camino a su trabajo, que era hablar por radio para acompañar a millones de colombianos en el muy insoportable trayecto cotidiano de su casa al trabajo. No hay derecho a que a uno lo maten por el sólo hecho de que uno hace cosas por las que la gente viva más agradable y mejor. Eso es como hacer neveras o hacer ropa. Pero igual es hacer chistes. O comentarios. O sembrar inquietudes. Entonces lo que estamos es ante la realidad de darnos el lujo de sepultar los talentos. De castrar lo más selecto de la nacionalidad. De cercenarlo y enterrarlo en la forma más aleve, más insulsa, más demente, más animal. De qué sirve nacer con un talento?. Y si no es innato, de qué sirve desarrollarlo? Que pérdida enorme representa para la inteligencia colombiana y humana haber desperdiciado el potencial que tenía Jaime Garzón, porque a alguien <como dirían los argentinos> “se le cantó el c--o “de que no se lo aguantaba más y lo mandó “volver muñeco”. Aquel colombiano <porque creo que es colombiano> que tomó la decisión de “desaparecer” a Jaime Garzón, lo que consiguió <además de su objetivo primario> fue llevarse uno de los poquísimos, poquísimos talentos realmente renovadores, únicos, irreverentes, y por supuesto muy difíciles de repetir que ha producido esta sociedad en los últimos 180 años recién cumplidos. Hay en la nacionalidad colombiana muy, muy pocos ejemplos, Montecristo, Jeringa, Ordóñez, Clímaco Urrutia, Vargas Vil, muy contados ejemplos en un país de 40 millones de personas que han irrumpido en la realidad nacional con unas destrezas, unas habilidades, unos talentos francamente novedosos. Matar a Jaime Garzón es como matar a Shakira, a Jonier Montaño, a Juan Pablo Montoya. Es matar las promesas. Es negarse el futuro. Es ser suicida. Es no tener vergüenza de patria en un mundo de 180 países. Es matar patria. Es matar un caricaturista en vivo. Matar a Jaime Garzón es como ser peruano y matar a Carlos Alvarez; Es como ser argentino y matar al negro Fontanarrosa; Es como ser venezolano y matar a Emilio Lovera; Es como ser chileno y matar a Coco Legrand; Es como ser norteamericano y matar a David Letterman o a Jay Leno; Es como ser colombiano y matar a Osuna, a Vladdo, a Pepón. Es como ser francés y matar a Charlie Hebdo; Es como ser inglés y matar a Mr. Bean. Estoy por creer que mataron fue a Heriberto y no a Jaime Garzón. Es que Heriberto era un duro. Un duro para decir verdades. Y verdades que divertían pero sacaban roña. Heriberto era un imprudente. Era un descarado. Pero decía muchas verdades. Y dolían hasta hacerse matar. Imitar como lo hacía Garzón era algo. Pero desenmascarar como lo hacía Heriberto, no lo hacía nadie más. Por eso Heriberto quedó hecho “muñeco”. Porque no tenía contemplaciones. Le sacaba los trapitos al sol a todo el que fuera “importante”. Y eso duele. Duele hasta generar ganas de matar. Y resuelto el problema.